La soledad interconectada de los jóvenes

La soledad interconectada de los jóvenes

La adolescencia es un periodo de desarrollo en el que se puede estar de acuerdo que se enfoca en su mayoría en la comunicación con los pares y el autodescubrimiento. Es un momento vital en la vida en la que uno pasa por unas fases desde la dependencia de la infancia hasta llegar a la independencia del adulto.

Pero resulta irónico que en las décadas de mayor intercambio de información y de la presencia del fenómeno de la globalización, nos encontremos con datos como los de la Universidad Metropolitana de Manchester en su experimento de Lonliness Experiment. En el cual describen que un 40% de los jóvenes entre 16 y 24 años se sienten solos frecuentemente, haciéndolo una de las demografías con mayor sensación de soledad. Si ya son escandalosos los datos, asusta la idea de que son del 2018, por lo tanto previos a la pandemia del Covid-19.

 

 

Volviendo a nuestro país, según un informe del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea del 2021, la pandemia había aumentado la sensación de soledad entre los ciudadanos europeos. En España pasamos de un 11,6% de los encuestados antes de la pandemia expresando soledad al 18,8%, lo cual no parece mucho, pero el crecimiento de esta sensación en un año fue de casi un siete por ciento, lo que asusta imaginar el crecimiento que ha tenido desde entonces.

Uno podría ahora, como suelen hacerse cada vez que hay un problema con los jóvenes, plantearse que las redes sociales tienen algo que ver en este fenómeno de una soledad generalizada, y estarían en lo correcto planteandoselo. Pero alomejor no son los datos que muchos se esperan, ya que el grupo de riesgo entre jóvenes de sufrir soledad durante la pandemia eran los que no mantenían el contacto con amigos de forma telemática. Los que sí lo hicieron pudieron protegerse e incluso pudieron mantener una cierta normalidad en sus relaciones sociales. Incluso los compañeros que se encontraban en situaciones de exclusión en sus grupos, tenían un alivio al evitarse situaciones de conflicto, por lo cual la soledad no era una gran amenaza.

Las redes sociales ayudaron a los jóvenes a superar las dificultades emocionales y sociales que supuso el confinamiento, por lo tanto el enfoque que se suele tener en culpar a las redes sociales por ser partícipes de la gran paradoja de la conexión interpersonal de nuestra era no es el adecuado.

Después de todo las redes sociales son un espejo multifacético que nos enseña todo lo que le ofrecemos para reflejar. Las noticias ya nos dejan entrever que vivimos en una sociedad dividida hasta en los niveles más profundos. Estamos separados, individualizados y nos sentimos a kilómetros de distancia del prójimo.

Dicho esto le lanzo una reflexión, ¿Y si no son las redes sociales sino la cultura que se está reflejando en ellas? ¿Entonces qué? ¿Cómo se cuida uno de algo que se hereda? ¿Estamos dispuestos a cambiar siquiera? ¿Sabemos cómo? Y por último ¿Es este el panorama en el que queremos que crezcan nuestros hijos?