El cambio real: porque no basta con saber, hay que practicar
Vivimos en una época en la que la información está al alcance de un clic. Podemos leer libros de autoayuda, escuchar podcasts inspiradores, asistir a talleres o seguir a expertos en redes sociales que nos explican cómo ser más felices, tener relaciones sanas o manejar la ansiedad.
Pero, a pesar de toda esa información, muchas personas sienten que no avanzan, siguen repitiendo los mismos errores, las mismas discusiones, las mismas preocupaciones.
¿Por qué ocurre esto?
La respuesta está en el funcionamiento del cerebro. No podemos “borrar” o “desaprender” los patrones que hemos construido a lo largo de toda nuestra vida, ni las experiencias que los reforzaron. Pero sí podemos desarrollar nuevos aprendizajes. Nuestro cerebro se ha moldeado a base de la práctica, las repeticiones y las emociones ancladas en ellas. Cada pensamiento o conducta habitual, desde cómo reaccionamos ante un conflicto hasta la forma en que nos hablamos a nosotros mismos está grabada en las redes neuronales que han sido reforzadas a través de los años.
Sin embargo, hay una gran noticia, seguramente hayas oído hablar de la plasticidad cerebral, el cerebro es plástico, ¿qué significa esto?, significa que podemos crear nuevas enseñanzas, que podemos cambiar, ¿y cómo?, pues desarrollando aprendizajes nuevos, que vayan sustituyendo a los antiguos, es decir, a medida que repetimos un nuevo pensamiento, habito o acción, para el cerebro comienza a ser más conocido y comienza a interpretar que es útil, razón por la que empezará a utilizarlo de una manera más habitual. En otras palabras, podemos aprender nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Pero este cambio no ocurre sólo por acumulación de información, es necesario ponerse en marcha y pasar a la acción y a la práctica consciente.
De lo contrario es como apuntarse a un gimnasio con el objetivo de ganar fuerza o mejorar la salud, pero limitarse a mirar las máquinas y estudiar cómo funcionan, pero sin entrenar. Saber cómo se hace un ejercicio no sirve si no se realiza. Con el cambio personal ocurre lo mismo, si no aplicamos lo que aprendemos, el conocimiento se queda en palabras y no llega a convertirse en una verdadera transformación.
Lo que dice la ciencia
Cambiar no es fácil. No porque seamos “débiles” o porque “no tengamos fuerza de voluntad”, sino porque nuestro cerebro está diseñado para ahorrar energía y repetir lo conocido. El cerebro usa lo que repites, porque le cuesta menos trabajo, y ahorra energía, cuanto más repites los hábitos más los usa, incluso los que nos hacen daño, son como atajos mentales, patrones que resultan familiares a nuestro cerebro, y por tanto, seguros.
Existen diversos estudios acerca de cómo las personas aprenden un nuevo hábito mientras intentan dejar uno anterior, estos son los resultados:
- La nueva conducta se aprendió, pero la antigua no desapareció, y ambas
coexistieron. - Los intentos de reprimir el comportamiento anterior lo hacían más persistente.
- En cambio, cuando las personas se concentraban en practicar la nueva conducta, el
cambio se consolidaba de manera más efectiva.
La conclusión, no podemos eliminar los viejos hábitos luchando contra ellos. Cuanto más tratamos de suprimir una conducta o pensamiento, más fuerza le damos. En lugar de pelear con lo que no queremos, tenemos que introducir nuevos hábitos que vayan sustituyendo a los antiguos, necesitamos alimentar lo que sí queremos, desarrollarlo y cultivarlo.
Del deseo al cambio real
Cambiar implica compromiso, paciencia y práctica. Algunos pasos útiles para favorecer ese
proceso son:
- Elegir una conducta concreta que quieras incorporar, en lugar de centrarte solo en dejar algo. Por ejemplo, en vez de “quiero dejar de ser tan impaciente”, prueba con“voy a practicar la paciencia respirando tres veces antes de responder”.
- Repetirla con regularidad. Cada vez que practicas la nueva conducta, refuerzas una nueva red neuronal que se transformará en un aprendizaje más sólido.
- Aceptar los retrocesos. El cambio no es lineal. Que aparezca el viejo hábito no significa que hayas fallado, solo indica que el nuevo camino aún está en proceso.
- Celebrar los pequeños avances. Cada paso cuenta. Reconocer el progreso ayuda a mantener la motivación y refuerza la identidad de quien está cambiando.
Aprender a vivir diferente
El proceso de cambio no trata de borrar quiénes somos, sino de ampliar nuestra capacidad de elegir. Cuando entendemos que el cerebro aprende por práctica y repetición, comprendemos que el verdadero crecimiento no ocurre en los libros, sino en la vida diaria, en cómo respondemos a una crítica, en cómo cuidamos nuestra mente y en cómo tratamos a los demás.
Y, si estás atravesando un momento más difícil y notas que el cambio se te escapa de las manos, no lo tomes como un fracaso, sino como una señal de que necesitas apoyo. La ayuda psicológica puede ser ese espacio seguro donde reencontrarte contigo mismo, encontrar estrategias reales para transformar tu situación y recuperar tu bienestar emocional.
El vínculo terapéutico brinda apoyo, validación y estructura, factores clave para sostener el cambio en el tiempo y transformar el conocimiento en experiencia real. Así, el cambio deja de ser una meta abstracta y se convierte en un proceso real, tangible y posible.
Autor: Teresa Fraile Caballero
Referencias:
Horváth, K., Nemeth, D., & Janacsek, K. (2022). Inhibitory control hinders habit
change. Scientific reports, 12(1), 8338. https://doi.org/10.1038/s41598-022-11971-6
Jung, C. G. (1958). El yo y el inconsciente. Editorial Paidós.

