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La carga mental: el trabajo invisible que desgasta sin que nos demos cuenta

Carga mental

Seguro que más de una vez has tenido la sensación de que tu cabeza no para: te cuesta concentrarte, te notas más irritable o triste, tienes tensión, insomnio o sensación de estar “al límite”

Aunque el cuerpo esté quieto, la mente sigue repasando todo lo pendiente: mensajes por contestar, citas que recordar, compras, plazos, tareas domésticas, compromisos…
Esa sobrecarga tiene nombre: carga mental.

La carga mental se define como el esfuerzo cognitivo y emocional que implica planificar, anticipar y sostener el funcionamiento de la vida cotidiana, tanto en el ámbito laboral como en el personal y familiar. Es invisible, porque no se traduce necesariamente en acciones físicas, pero tiene un gran impacto en nuestro bienestar.

Un peso que no se ve, pero se siente

A diferencia del cansancio físico, la carga mental se acumula de manera silenciosa. Es ese constante “estar pensando” que impide desconectar del todo y que nos mantiene en alerta incluso en momentos de descanso.

Con el tiempo, esta sobrecarga puede manifestarse en distintos planos:

 

Tres dimensiones de la carga mental

 

Una carga que no se reparte por igual

Diversos estudios evidencian que las mujeres siguen asumiendo en torno al 70 % del trabajo doméstico y organizativo, incluso cuando ambas partes trabajan fuera de casa. Este fenómeno genera lo que se conoce como “doble presencia”: estar físicamente en un espacio (por ejemplo, la oficina), pero con la mente ocupada en otro (la casa, los hijos, las tareas pendientes).

A menudo, la carga mental se interpreta como falta de organización personal o de gestión del tiempo, cuando en realidad responde a una distribución desigual de responsabilidades y cuidados.

Nombrarla es fundamental para poder visibilizarla y entender que no es un fallo individual, sino un síntoma de cómo estructuramos la vida cotidiana y los roles de género.

Reconocer la carga mental es el primer paso para aliviarla. Ponerle nombre nos permite hablar de ella, cuestionar su reparto y, sobre todo, empezar a construir formas de convivencia más equitativas y saludables.

“Lo invisible también pesa. Y lo que no se nombra, no se puede cambiar.”

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