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Las alertas silenciadas

El cambio real: transformar la información en práctica consciente

Las alertas silenciadas… Cuando algo no va bien…

A lo largo de nuestra vida cotidiana, a lo largo de cada día, nos enfrentamos a pequeños malestares que solemos pasar por alto. Quizá empezamos a despertamos más cansados de lo habitual, nos molestamos con facilidad por cosas que antes no nos afectaban, nos apetece menos hacer deporte, perdemos el apetito o comemos peor, o empieza a ser difícil conciliar el sueño. En un primer momento, podemos decirnos cosas como, es sólo estrés, tuve un mal día, mañana estaré mejor, es sólo cansancio, o haciendo atribuciones a lo externo a nosotros como, la sociedad está fatal, el invierno me deprime, las redes sociales son una fatal influencia o se han perdido los valores. Pero podría ser que todas estas sensaciones fueran alertas tempranas de que algo no va bien en nuestro bienestar emocional, quizá nos están mostrando que hay algo que atender. En este sentido, serían como indicadores que nos ayudan a reconocer que es el momento de cuidarnos antes de que el malestar se intensifique.

Puede que lleves semanas sintiéndote agotada, aunque no hayas hecho un esfuerzo físico excesivo. Tus amigos comentan que estás más irritable, tu familia te siente más distante, y sin apenas percibirlo empiezas a sentir que pierdes interés en tus reuniones sociales, y que cosas que antes te gustaban mucho pierden algo de tiempo de dedicación por tu parte. Tal vez tus comidas no te apetecen tanto como semanas antes, o simplemente cada día te cuesta más levantarte de la cama. Es posible que en estos primeros estadios no seamos muy conscientes de que algo no va bien, pero es posible que nuestro cuerpo y nuestra mente nos estén enviando señales de alerta, puede ser que sea el momento en el que necesitamos prestar atención a todos estos síntomas, es decir, a nuestro estado emocional antes de que se agrave.

En base a esto nuestras acciones empiezan a ser guiadas por estos estados emocionales, en concreto a ser guiadas para evitar el malestar que provocan. Se puede observar en la alimentación, se empiezan a consumir más bebidas estimulantes para combatir el cansancio, así como alimentos más azucarados y grasos, pues activan los circuitos de recompensa en el cerebro, liberando dopamina y produciendo sensaciones de placer que compensan de un modo temporal las emociones negativas. Para evitar el insomnio puntual se empiezan a consumir medicamentos que a la larga contribuyen a cronificarlo. Además, en el ámbito social se tienden a dejar de lado las reuniones con amigos u otras actividades sociales, que, a su vez, refuerza el aislamiento y perpetúa el malestar emocional.

Hay que hacer hincapié en la gran importancia de escuchar a nuestro cuerpo, prestar la atención necesaria a qué es lo que nos está tratando de comunicar. Hay que preguntarse al servicio de qué esta esa emoción, ese síntoma.

Actualmente hay una tendencia a evitar el malestar mirando a otro lado, utilizamos estrategias que nos saquen de esa incomodidad, aun sabiendo que es una solución sólo a muy corto plazo.

Y sólo nos damos el permiso de mirarlo de frente cuando nos encontramos realmente abrumados por el sufrimiento que provoca. O cuando el problema que en un principio parecía leve se han convertido en algo más serio:

Escuchar estas señales es actuar con prevención. Igual que se acude al médico ante un dolor físico, prestar atención a tu salud mental ante un dolor emocional, puede evitar que los síntomas leves se conviertan en trastornos graves.

 

La tendencia a ignorar los primeros síntomas está marcada por varios factores

Normalización del malestar: las personas se desconectan de sus necesidades internas en un sistema que valora más lo externo, los resultados, la imagen, el consumo frente al equilibrio interior, y esto se ha normalizado a niveles cada vez más altos.
Falta de conciencia emocional: No siempre sabemos identificar qué sentimos, y menos aún expresar lo que sentimos, ni conectar con las posibles causas de esos sentimientos
Estigma social: Admitir que necesitamos apoyo emocional todavía genera tabúes.
Priorizar otras responsabilidades: el trabajo, la familia o estudios pueden ocupar toda nuestra energía, dejando poco espacio para escucharnos.

 

Estrategias prácticas para actuar a tiempo

Reconocer los síntomas es el primer paso. A continuación, algunas estrategias para intervenir de manera temprana:

Registro de emociones y síntomas: anotar cómo te sientes día a día ayuda a identificar patrones de pensamientos y momentos críticos de malestar.
Actividad física regular: el ejercicio reduce el estrés y mejora el estado de ánimo mediante la liberación de endorfinas.
Higiene del sueño: habituarse a horarios regulares, evitar las pantallas antes de dormir y crear un ambiente propicio para el descanso.
Autocuidado consciente: dedicar tiempo para el ocio saludable, e implementar técnicas de relajación, meditación o respiración profunda.
Hablarlo con alguien de confianza: compartir lo que sentimos con amigos o familiares ayudan a reducir la carga emocional. Sentirnos comprendidos y queridos es un gran factor de protección del bienestar emocional.
Buscar ayuda profesional a tiempo: psicólogos y terapeutas pueden ofrecer herramientas para manejar emociones y prevenir que los síntomas se agraven.

Tomarse un momento para reflexionar sobre cómo te sientes, hablarlo con alguien de confianza, cuidar tu descanso y hábitos diarios, o buscar ayuda profesional si los síntomas persisten, son pasos fundamentales para proteger tu bienestar.

No siempre los síntomas leves requieren intervención inmediata, pero hay señales que indican que es hora de pedir ayuda especializada. Esto es, cuando el malestar persiste semanas o meses y no mejora, si los síntomas empiezan a influir en tu trabajo, estudios o relaciones, si aparecen sentimientos recurrentes de desesperanza, o si se producen profundos cambios de comportamiento, sueño o apetito.

Autor: Teresa Fraile Caballero

Referencias

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