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No es pereza, es un problema de emociones: Entendiendo la procrastinación

Entendiendo la procrastinación

Creer que la procrastinación es simplemente pereza es un error. En realidad, es un fenómeno psicológico complejo que va más allá de la simple postergación de tareas. Se trata, fundamentalmente, de un problema de regulación emocional, no de gestión del tiempo.

Cuando procrastinamos, estamos eligiendo una sensación de alivio a corto plazo (evitar la tarea estresante o aburrida) sobre el malestar a largo plazo (el estrés de hacerla a última hora).

Las Principales Razones Psicológicas de la Procrastinación

La procrastinación no tiene una única causa, sino que es el resultado de una interacción de factores emocionales y cognitivos:

1. Miedo al Fracaso (o al Éxito)

Es quizás la causa más común. El miedo a no cumplir con las expectativas (propias o ajenas) nos paraliza. Al evitar comenzar la tarea, la persona se protege temporalmente de un posible juicio o resultado negativo. De forma similar, el miedo al éxito puede llevar a postergar, ya que un gran logro podría implicar más responsabilidades o la necesidad de mantener un nivel de exigencia muy alto.

2. Perfeccionismo

Paradójicamente, el deseo de hacerlo «perfectamente» conduce a no hacer nada. El perfeccionista teme que si empieza, el resultado no estará a la altura de su estándar irreal. La tarea se vuelve tan abrumadora que la postergación es una vía de escape.

3. Baja Tolerancia al Malestar y Búsqueda de Gratificación Instantánea

Las tareas complejas o aburridas generan sentimientos negativos como el estrés, el aburrimiento o la ansiedad. Procrastinar es un mecanismo para evitar temporalmente estas emociones. El cerebro busca la gratificación instantánea (revisar redes sociales, ver televisión) como un «parche» rápido, relegando las tareas que requieren un esfuerzo prolongado y una recompensa diferida.

4. Falta de Motivación o de Valor Intrínseco

Si una tarea no resulta interesante, no tiene un propósito claro o no está alineada con nuestros valores personales, es mucho más fácil posponerla en favor de actividades que sí nos proporcionan un retorno emocional o de placer inmediato.

El Círculo Vicioso de la Procrastinación: Una Trampa Emocional

La procrastinación no es un evento aislado, sino que rápidamente se convierte en un círculo vicioso difícil de romper. Este ciclo se autoalimenta porque las consecuencias a corto plazo (el alivio) refuerzan el comportamiento, mientras que las consecuencias a largo plazo (el malestar) incrementan la probabilidad de volver a posponer.

El ciclo opera de la siguiente manera:

 

El Sustento de la Autorregulación

Este círculo vicioso se entiende como un fallo en la autorregulación. Investigadores como Tim Pychyl (uno de los principales expertos en el tema) definen la procrastinación como la «priorización de la regulación del estado de ánimo a corto plazo sobre la persecución de metas importantes a largo plazo«. Es decir, el impulso de sentirse mejor ahora sabotea nuestro futuro, creando una espiral de malestar que es, irónicamente, lo que tratamos de evitar en primer lugar.

Los Problemas Generados: Un Precio Alto en la Salud

Los efectos de la procrastinación no se limitan a las fechas límite incumplidas o a la baja productividad; impactan directamente en el bienestar psicológico y físico.

Consecuencias Psicológicas

 

Una investigación de la Universidad de Estocolmo publicada en la revista JAMA Network Open examinó a más de 3.500 estudiantes y encontró una asociación significativa entre la procrastinación y el desarrollo de problemas de salud, tanto mental como física, nueve meses después. Específicamente, la procrastinación se asoció con síntomas de:

 

Este estudio refuerza la idea de que la procrastinación es un factor de riesgo para la salud, que se mantiene en el tiempo.

¿Cómo Empezar a Superarla?

La clave para combatir la procrastinación es trabajar en la regulación emocional y en el autocuidado, más que en la simple fuerza de voluntad:

 

La procrastinación es un patrón profundamente arraigado. Entender sus raíces emocionales y su impacto real, tal como lo respalda la investigación psicológica, es el motor fundamental para dejar de posponer y comenzar a actuar.

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