Septiembre es un mes peculiar: termina el verano, vuelven las clases, los horarios, el trabajo y las prisas. Es normal sentir un bajón anímico al regresar de las vacaciones; a esto popularmente se le llama “depresión postvacacional”. No es una enfermedad, sino una reacción natural de adaptación.
Durante las vacaciones tenemos más libertad, más tiempo para descansar y hacer lo que nos gusta. Al volver, el cuerpo y la mente necesitan ajustarse de nuevo a madrugones, responsabilidades y ritmo acelerado. Ese contraste provoca cansancio, irritabilidad o falta de motivación.
Señales típicas:
- Te cuesta levantarte por la mañana.
- Sientes apatía en el trabajo o estudios.
- Estás más irritable o cansado de lo habitual.
- Te preguntas si “realmente vale la pena todo este esfuerzo”.
- Estrategias sencillas para adaptarte mejor
- No quieras hacerlo todo de golpe: Igual que un atleta no corre una maratón sin entrenar, tu cuerpo necesita días para volver a su ritmo. Ajusta horarios poco a poco.
Algunos consejos para adaptarse mejor a la rutina:
- Incluye algo agradable en tu rutina: No dejes todo el placer para las vacaciones. Planea pequeños momentos diarios: una caminata, leer un rato, tomar un café tranquilo.
- Conecta con tu propósito: Pregúntate: ¿para qué hago lo que hago? Recordar tus metas (aunque sean pequeñas) ayuda a darle sentido al esfuerzo.
- Cuida lo básico: Dormir bien, alimentarte de forma equilibrada y mantener algo de movimiento físico son pilares que influyen directamente en el ánimo.
- Reflexión final: El malestar postvacacional no significa que algo anda mal en ti, solo que tu mente y tu cuerpo se están reajustando. Dale tiempo, sé amable contigo mismo y recuerda: septiembre también puede ser una oportunidad para empezar de nuevo con hábitos más sanos y conscientes.