Padres separados: las secuelas que dejan en sus hijos y en su forma de relacionarse.

Padres separados: las secuelas que dejan en sus hijos y en su forma de relacionarse.

No es nuevo que hay un gran número de divorcios y separaciones al año en nuestro país, de media unos 90 mil al año según datos del Instituto Nacional de Estadística. Y es que las parejas deciden tomar caminos separados por diversos motivos, con la diferencia de que, desde hace años, no necesitan dar explicaciones. Desde 2005 en España la separación o divorcio se basa en un sistema no causal, es decir, sin necesidad de una causa que lo preceda.

 

Muchos padres a veces por temor al futuro, a perder esa “seguridad” que una pareja da, o por miedo a la repercusión de sus hijos alargan una relación que ya está rota, lo que llega muchas veces a hacer realidad algunos de sus temores, como las secuelas en hijos. Aunque por supuesto, todo depende de cómo gestionen, en este caso los papás y mamás, su proceso de separación. En muchas ocasiones el inicio de un enfrentamiento entre padres separados radica en no haber resuelto ellos mismos esa separación emocional con el otro. Esto desencadena sentimientos de odio, dolor, venganza o revancha por el dolor sufrido que dan lugar a comportamientos que solamente pretenden mantener el vínculo con la otra persona, aunque sea a través del conflicto.

 

El “no me separo por mis hijos” puede desembocar en que los niños crezcan aprendiendo que lo normal es el conflicto y las discusiones continuas, aprendiendo a no comunicar o comunicar mal, imitando una mala resolución de problemas o con miedo a entablar en un futuro sus propias relaciones de pareja o amistad.

Es de esta última secuela de la que más quiero hablar. Antes de nada, dejar claro que estas dificultados en hijos de padres separados no se desarrollan porque el divorcio o separación en sí mismo esté mal. Al contrario, resulta totalmente beneficioso y positivo a largo plazo tanto para progenitores como para hijos una separación a tiempo, donde no haya que permanecer más tiempo del necesario en un ambiente hostil donde nadie es feliz. Es el proceso de separación, tanto previo como posterior el que marca la diferencia y en el que los progenitores (con ayuda de profesionales si lo consideran) deben trabajar en gestionar de la mejor manera posible, con el menor conflicto posible, pues es donde los hijos muestran desórdenes conductuales y emocionales.

 

 

Uno de los errores más frecuentes entre padres separados es insultar o hablar mal de su expareja delante de los hijos, y no saber comunicarse correctamente. Esto va a hacer que los hijos no aprendan estilos comunicativos asertivos, sino todo lo contrario: agresivos y pasivos. Con relación a este error, Maricarmen, María y Nydia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo hablan de dos conceptos:

Interferencias Parentales y Alineación Parental. El primer concepto se refiere a todas las conductas y actitudes de los progenitores realizadas con el objetivo de influir en los hijos anulando, alterando o impidiendo la relación normal con el otro progenitor. La Alineación Parental se refiere a las estrategias que los padres utilizan para cambiar la conciencia de los hijos para obstaculizar o destruir sus vínculos con su otro progenitor. Estas constantes discusiones y conflictos repercuten gravemente en los hijos: Jacqueline Newman, especialista en derecho familiar de Nueva York informa que «Los hijos de padres divorciados pueden mostrarse más sensibles durante las discusiones porque han visto cómo sus padres discutían delante de ellos; es posible que adopten posturas algo extremas y que piensen que una pequeña discusión significa el final. ¿Por qué?

Simplemente porque de pequeños vieron que las discusiones llevaban al final de una relación».

Otro error es la invalidación de los sentimientos de los hijos, quitarle importancia porque “bastantes problemas hay ya”. Si los hijos no aprenden poco a poco a empatizar e identificar sus propios sentimientos y los ajenos, presentarán grandes dificultades a la hora de establecer relaciones de pareja o amistad. ¿Cómo van a poder resolver un problema de pareja? ¿Cómo sabrán si su mejor amigo pasa por un mal momento? Esta evitación a hablar o identificar sentimientos y emociones puede provocar una mayor inseguridad en sus hijos cuando formen relaciones de pareja, de manera que necesiten un mayor control percibido del estado de la relación, buscando continuamente la validación de su pareja, así como de los sentimientos de su pareja hacia ellos.

¡A lo loco rehaciendo la vida de pareja! Cuidado cuando los padres separados rehacen su vida con otras parejas. Si bien es cierto que eran y son personas antes que papás, si hay hijos de por medio hay que rehacer la vida de pareja comunicando todo bien, expresando y dejando que los hijos expresen y con disposición por todas las partes a buscar una situación de bienestar. “Pero mis hijos ya son mayores de edad, yo puedo rehacer mi vida con quien y como quiera”: si bien es cierto que a ciertas edades nuestros hijos van a comenzar a volar del nido para comenzar su aventura de vida, los adultos también pueden hacerlo tras una separación. Sin embargo, debe haber un equilibrio entre nuestra propia felicidad y la de nuestros hijos.

 

Todos estos errores afectan a los hijos y a su perspectiva de las relaciones, haciendo que tengan peores conceptos y expectativas de estas. Jane Greer, sexóloga de Nueva York, afirma que “los hijos de padres divorciados pueden tener más miedo de que una relación seria se acabe sin previo aviso dado que su percepción del compromiso puede haberse visto alterada a raíz del divorcio”.

Al final está claro que todo divorcio o separación se facilita cuando no hay hijos de por medio, pero, aunque sea mil veces mejor una separación a tiempo que una eterna relación condenada a la infelicidad, es de vital importancia que papás y mamás inviertan todos sus esfuerzos en que sea un proceso que no sólo evite todos los errores comentados, sino que se focalice en el bienestar de toda la unidad familiar.

 

Candela Blanco Fernández. Psicóloga