
07 May CÓMO AFRONTAR EL DUELO
El duelo es el proceso normal por el que pasamos las personas después de que se haya producido una pérdida. Habitualmente, esta definición se acota exclusivamente a la pérdida por el fallecimiento de algún ser querido (como un familiar), si bien es cierto que esta reacción puede producirse por cualquier tipo de pérdida (como un divorcio, un despido del trabajo, un diagnóstico de una enfermedad o la jubilación, por ejemplo).
De esta forma, los síntomas habituales del duelo o la sensación de pérdida suelen estar relacionados con el recuerdo reiterativo de lo que se ha perdido, tristeza, llanto, irritabilidad, insomnio o incluso dificultad para concentrarse. Asimismo, este proceso se percibe no solo desde una perspectiva emocional o psicológica, sino que también se puede hacer desde la perspectiva psicosocial, donde es relevante la forma en la que la persona que ha sufrido la pérdida elabora este duelo y es capaz de adaptarse al entorno.
FASES DEL DUELO
Elisabeth Kubler-Ross, psiquiatra y autora suizo-estadounidense, elaboró las 5 fases por las que las personas en un proceso de duelo por la pérdida de un ser querido suelen experimentar. Estas fases, aunque siguen un orden, pueden manifestarse de formas diferentes dependiendo de la persona y las características individuales que tenga.
1. Negación: la reacción inicial ante la pérdida de un ser querido es negar la realidad de la misma. Se suele rechazar lo que ha pasado, de forma que esta reacción se convierte en una especie de mecanismo de defensa ante el impacto que supone la situación que hay que afrontar.
Es habitual tener una sensación de incredulidad o que el mundo en que vivimos pierde el sentido al pensar que hemos perdido a una persona querida. Son frecuentes los pensamientos del tipo “esto no me puede estar pasando a mí”.
2.Ira: una vez no es posible negar la pérdida, empieza a experimentarse el dolor que la realidad supone. Aunque este dolor puede manifestarse de muchas maneras, en esta etapa la ira tiene un papel protagonista en la gestión de la nueva situación, la cual puede ir dirigida a la persona fallecida, a nosotros mismos, a nuestro entorno social, etc.
En esta etapa, suele aparecer resentimiento hacia la persona fallecida, por haber provocado ese dolor en nosotros, que posteriormente puede transformarse en sentimientos de culpa que aumentan nuestro enfado. Son frecuentes los pensamientos del tipo “no es justo”, “¿cómo me puede estar pasando esto a mí?”.
3. Negociación: esta etapa puede producirse antes del fallecimiento del ser querido (en caso de que nuestro ser querido tenga alguna condición que nos permita saber que va a fallecer) o después de su muerte. De esta forma, para intentar mitigar el dolor que esta pérdida nos ha producido, intentamos de alguna forma negociar la vuelta de esta persona, generalmente mediante nuestras creencias religiosas o espirituales. En cierta medida, lo que realmente se pretende es volver a nuestra vida antes de que falleciese nuestro ser querido, centrándonos en rutinas que teníamos con ellos o actividades que nos gustaba realizar juntos.
Asimismo, es habitual también tener pensamientos respecto a lo que podría haber pasado de no haber fallecido nuestro ser querido, por lo que son frecuentes frases del tipo “¿qué hubiera pasado si…?”.
4. Depresión: esta es la etapa en la que se empieza a comprender la realidad de la muerte de nuestro ser querido y su ausencia en nuestra vida. Los sentimientos más prevalentes en este periodo son la tristeza, incertidumbre o el miedo ante la falta de conocimiento sobre cómo va a ser nuestra vida sin esa persona. Asimismo, es también habitual que nos aislemos socialmente, rechazando o evitando la compañía de otros seres queridos.
Es habitual que pensemos que esta etapa va a durar para siempre, puesto que finalmente nos hemos dado cuenta de que la muerte de nuestro ser querido es irreversible, lo cual es doloroso. De esta forma, es también frecuente tener un sentimiento de vacío, de impotencia e irritabilidad.
Un pensamiento habitual en esta etapa es del tipo “echo de menos a mi ser querido, ¿por qué sigo aquí?”.
5. Aceptación: esta es la etapa en la que finalmente “hacemos las paces” con la pérdida de nuestro ser querido. Esta etapa nos permite adoptar la muerte como parte de nuestra historia personal, permitiéndonos reflexionar sobre aspectos como el sentido de la vida o cómo queremos vivirla a partir de ese momento. Por supuesto, esto no implica que la muerte de nuestro ser querido deje de ser algo doloroso o lo tengamos que olvidar, pero hemos podido aceptar que físicamente esa persona ya no forma parte de nuestra vida y aprendemos a vivir con este hecho.
Los sentimientos de culpa o el sentimiento de vacío a consecuencia de la pérdida ya no son factores protagonistas en nuestra vida diaria, permitiéndonos centrar nuestra atención y energías en nuestros seres queridos, nosotros mismos y las diferentes rutinas que tengamos. De esta forma, son habituales pensamientos del tipo “todo va a salir bien”.
CÓMO AFRONTAR LA PÉRDIDA
Como hemos venido comentando, el duelo es un proceso completamente normal después de que se produzca una pérdida importante en nuestras vidas, pero aun así es un proceso doloroso que puede complicarse. Para intentar afrontar este dolor que produce esta nueva situación, se van a explicar una serie de actividades o técnicas que pueden ser útiles para navegar este proceso.
En primer lugar, es muy positivo apoyarse en seres queridos, puesto que, ya no solo evitaríamos el aislamiento social habitual en algunas de las fases mencionadas anteriormente, si no que nos permite gestionar de cierta forma las emociones desagradables habituales en este proceso (tristeza, incertidumbre, desesperanza) y experimentar emociones agradables (alegría, satisfacción) al pasar tiempo con personas a las que queremos.
En esta misma línea, otra cosa que nos puede permitir experimentar emociones agradables es planificar actividades placenteras para nosotros, ya que es normal que durante el duelo dejemos de lado estas actividades por el dolor que estamos sintiendo. Esto nos permite hacer que nuestros días sean mucho más amenos y agradables y podamos llegar así a la fase de aceptación.
Otra forma de poder gestionar este duelo es escribir una carta a aquello que se haya perdido, donde dejemos reflejado diferentes emociones o pensamientos que nos permitan reconciliarnos con la situación, así como despedirnos de lo que se ha ido.
Para momentos en los que nuestras emociones son muy intensas o experimentamos ansiedad, son muy útiles las técnicas de relajación, como puede ser la respiración profunda o diafragmática o actividades que también nos permitan llegar a un nivel de activación más bajo, como la meditación.
Por último, y aunque las actividades anteriores puedan englobarse en esta última, es muy importante recordar hacer actividades de autocuidado que nos permitan dedicarnos tiempo a nosotros y podamos sentir y experimentar nuestras emociones y necesidades.
BIBLIOGRAFÍA
Flórez, S. (2009). Duelo. Anales Del Sistema Sanitario De Navarra, 25, 77–85. https://doi.org/10.23938/ASSN.0843
Kübler-Ross, E., & Kessler, D. R. (2005). On Grief and Grieving: Finding the Meaning of Grief Through the Five Stages of Loss. http://ci.nii.ac.jp/ncid/BB00981106
Autor: Noelia de la Pena Millán